“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros” (Demian, Herman Hesse)
Puede que Hermann Hesse sea uno de los más importantes escritores alemanes nacidos en lo que se considera como el inicio de la era contemporánea. Puede que, de hecho, sea el mejor de ellos, aunque haya tenido también la nacionalidad suiza. Su obra engloba la introspección psicológica, el uso de símbolos y espiritualidad, y una visión un tanto jungiana de la realidad. Y es que Hermann Hesse (nacido en Baden-Wurtemberg, Alemania, 1877 y muerto en Montagnola, Suiza, 1962) es uno de los escritores más originales, introspectivos e insólitos de la historia de la humanidad. Y fue consciente de su peculiar forma de escribir. Para él, su obra estaba recargada de lo extraño, lo místico, lo rebelde: “la rebelión contra los modelos equivocados y las falsas expectativas debe ir seguida por el intento incesante de hallar normas nuevas y propias” diría en una ocasión sobre el fin de su obra. Y el texto del que se habla en el presente artículo es una muestra original y mística del singular pensamiento del autor.
El cuento Dentro y fuera comienza con la presentación del personaje principal: Federico (Frederick, en el original), quien tiene, a modo de resumen, una personalidad que no hubiera sido despreciada en la modernidad. Es la realización, el arquetipo típico de la razón sobre lo irracional. Partiendo desde una concepción kantiana, es la representación del hombre salido de su minoría de edad: es la imagen de la Ilustración, el antagonista de la superstición. No obstante, esta superstición estará encarada por el mejor amigo del protagonista: Erwin, un hombre jungiano, gnóstico y místico. Un hombre que cree en lo que se podría llamar (y el texto lo nombra así) la magia (der Zauber).
La magia es aquello que, como diría Malinowski en su libro Magia, ciencia y religión, es impermeable a la razón y a la observación, y vive en una atmósfera de misticismo. Es la personificación de la superstición. Y es interpretada en el cuento de Hesse en la frase panteísta: “Nada está fuera, nada está dentro; pues todo lo que está fuera está dentro” y en la intrigante figurita de barro que aparece en el cuento. Porque la figurita de barro es lo que está fuera, pero que también, eventualmente, está dentro. Todo lo que nos rodea (como las figuritas de barro) no son más que unas representaciones de algo que ya está en nosotros, que existe por nosotros: que está fuera pero que está dentro. Y, así mismo, existen cosas que están dentro de nosotros que pueden o tienen la capacidad de estar afuera. Como diría C. G. Jung: “Filemón y otras figuras de la fantasía me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen su propia vida” (en Recuerdos, sueños, pensamientos). Porque si todo lo que está fuera puede estar dentro, entonces, las cosas existen en sí mismas y tienen vida propia. Sencillamente, la magia radica en saber manejarlas y tener poder sobre ellas.
Finalmente y sin intención de estropear el cuento y su trama al lector, cabe decir que este se basa en ideas un tanto filosóficas, un tanto místicas y un tanto diferentes. Es un cuento basado en una idea desde la concepción griega de ἰδέα (eidós), es decir ‘yo ví’. Tiene una concepción filosófica: todo existe como una idea dentro de nuestra mente, pero no existe por nosotros, sino per se ( por sí mismo ). Y este, al parecer y a primera vista pequeño concepto se aplica a todo lo que nos rodea. Como diría Gandhi: “No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna”. Y esto es la magia.